Poesía Indie
(Escupitajos
de alma que la brisa arranca de mis entrañas.)
Jose Luis Colombini
A Anabel
Atardece en rojo,
caramelos de nubes
se estrellaban contra mi mirada,
sombras de menta morían
entre hojas de cerezos y uvas.
La casa estaba equilibrada entre pinos y gaviotas,
sus ventanas se abrían con estolas
de guiños, de acuarelas, de arenas de desiertos.
Una silueta a lo lejos, la tuya,
recostada en los rezos de mi mano,
obligó a mis descalzos ojos, a bordar lágrimas en el mar.
Con un gesto tranquilicé el temblar de mis cabellos.
Mis espaldas te miraron de frente.
Encendí mis hogueras con sonrisas fermentadas,
y en ellas quemaré muchos recuerdos deshabitados,
lo que me quedó de la ternura,
la nostalgia de naves incendiadas.
Y una noche robé tu nombre
en la cima de una copa de vino
y soplé mis cenizas para que el viento huela a tierra mojada.
Y desde este equilibrio con roces de libélulas,
elevaré una plegaria a los abismos del cielo.
¿por qué sonreí cuando tus dedos nublaron mis labios?
¿quizá porque tus pies de viento quebraron los recuerdos de unas barcas?
¿por qué los cabellos de la noche aroman a lluvia?
Ya se que hay palabras que te rumian el corazón
sin darte cuenta y, se injertan al alma para luego no salir.
Aún estoy esperando aquel mar,
aquel más allá de un lugar,
mientras tus espaldas de sol
y mis manos de rocío
no se atrevieron a decir nada
pero tus ojos de lluvia sí me robaron un adiós.
7 de noviembre, 2024
Te envuelve la misma luna
en un encaje helado
donde apenas brilla
una que otra estrella.
La noche te atrapa,
sutilmente, al centro de la madrugada.
Me ovillo en silencio
sin esperar nada.
Salvo...quizás...abrazarme muy fuerte...
Es entonces cuando el amanecer
se abre de par en par
con el insomnio en mis dedos
en tus manos,
con el sabor de sábanas arrugadas,
con el sopor del día que comienza
y, aunque cierres los ojos
la claridad de las bocas lo inunda todo.
Dios
El jueves desparrama
su aliento entre las aves.
Y Dios vuelve
melancólico y vencido,
vio su funeral
desde lo alto de una piedra,
escondido en el llanto
de un sepulturero borracho.
Vio como levantaban y destruían
templos en su nombre,
como se enriquecían
con su muerte, con su ausencia.
Dios sabe que su memoria
es de fuego, es de luna
y que en su cuerpo de mujer
puede esconderse libremente
entre los que lucran con su nombre.
Primavera
Subió entre despedidas y desarraigos,
subió como la abeja
Que se deja llevar por el viento.
El arroyo abrió su piel
al bajar por la tarde.
Sobre su pelo se adormeció el llanto nocturno
que la noche guarda entre sus senos.
En el campo surcado de diamantes
su fantasma cosecho recuerdos
de pasiones perfumadas
mientras florecía la luna.
Camino de mi casa al trabajo,
33 minutos de ida y 33 minutos a la vuelta,
lo hago a diario.
Lo hago básicamente para oxigenar pensamientos,
para sentirme en forma
y como entrenamiento para cuando enfrento
y peleo con mis demonios y mis fantasmas.
En esas caminatas escucho música,
debato, intercambio ideas y discuto conmigo mismo.
Me dejo sorprender por la realidad que envuelve mi mirada.
Me parece ver a William Faulkner comprando verduras.
Me parece ver a mis demonios y fantasmas caminando conmigo.
Me parece ver a mi super yo perdiendo con mis demonios y fantasmas.
Veo todo eso desde el reprimido fondo de mis arrebatos
y salvando todos los delirios inaccesibles
de muros polvorientos y resplandores desnudos
que obnubilan el letargo de los días.
Mis demonios y fantasmas me envían un beso oculto sin suspiro.
Me envían un puñal turbado, anudador, gemidor,
una cuchillada exacta, compacta, y un poquito estremecida
para que desangre el resto de mis días.
Voy amontonado imágenes
en mis retinas y pensado palabras,
construcciones gramaticales, oxímoros
que nunca diré.
He numerado miles de estrellas,
para encontrar
esa luminiscencia inusitada
y perfecta de tu mirada.
¿Cuantos lienzos
están dispuestos a bordar
los recuerdos desnudos
ante el bastidor de mis ojos,
mientras me aturdo
perdido en los senderos
mudos de tus pensamientos?
Me conformo con verte
de lejos algunos días
y desmenuzar las mañanas
en que trabajo.
¿Quieres siga desgranando
nuestras imágenes en los tiempos
que se nos han dado vivir?
Camino y escucho la canción
Todo lo demás también,
imagino que lo que dice la letra me pasa a mi
siempre fantaseo con esas cosas y armo en mi miente
el guion de lo que sería el video.
"Parecía el cielo porque estabas conmigo" …
"Te preste un corazón loco que se dobla con el viento y se rompe"…
Dos maniquíes desde la basura se juran amor eterno
pero como me dijo José cualquier plástico
dura más que un amor eterno.
Siempre trato de buscar la belleza en todos lados.
Y aunque suena a cliché te busco entre lo que veo.
Si a ti.
A ti, que pasas tanto tiempo en la marquesina
de mis ojos de sueño
exhibiendo cicatrices desmontables de talento.
A ti, que anegas las riberas de mi piel
y me la arrancas con meticulosidad de taxidermista.
Mira a tu alrededor.
Unos ojos escrutan lo inalterable de tus labios
cuando besas la vida en todas sus esquinas,
son ojos de trapecista que se sujetan
al presagio de otros muslos
para no caer entre el escalofrío de tus piernas.
A ti, que pones ese dulce que tanto me gusta
en el cepo de tus adverbios
y cargas de tentaciones
la noche salvaje de mis dedos,
te cuento con las palabras justas
que detrás de tu sostén late una luz;
un anuncio luminoso
que se enciende y se apaga,
se enciende y se apaga,
se enciende y se apaga,
y como lo tengo enfrente de mi cama
no me deja dormir.
¿Me has soñado?
Yo sí te he soñado
sintiéndome mecido
en las finas costuras de tus realidades.
Pienso en Bolaño cuando dice:
"Se puede conquistar a una muchacha con un poema,
pero no se la puede retener con un poema.
Vaya, ni siquiera con un movimiento poético."
Dejo a Bolaño sabiendo que tiene razón.
A veces la inmensa luna
me traga en sus profundidades,
las otras el cielo se oscurece y no la notas.
La brisa nos jugó la mala pasada
de pegarnos cuerpo y alma
en el más inoportuno instante.
Mientras te imaginaba a mi lado
acechaba la luna entre cortinas
tras las ramas de un tilo.
En el momento que yo me liberaba
apareció tu soledad a camelarme,
aleteó una mariposa en mi costado
y juego desde entonces
a buscar entre alquimias y plumas
e intentos de escritura quién me explique
por qué aún cuando me asomas en una canción
soy yo el que siente el beso helado de un fantasma
que me aprisiona en una existencia vulgar
y sin embargo te espera.
Posiblemente la poesía no sirva para nada
aunque a mi me salvo la vida.
Una tarde me empujo hacia el otro lado
cuando tenía deseos de surcar el crepúsculo
desde la cornisa
y me mostro que tenía alas
aunque no servían para volar.
Un día evito me ahorcara
con cosas que no podía decir
y me enseñó a vomitar
los venenos de mi alma.
Una mañana me mostro sus senos
mientras me estrellaba en una curva
de un camino sinuoso de tierra
y me explicó como buscar en la basura
la belleza esquiva que la gente descarta.
Quizás la poesía no sirva para nada
pero cobijó mi tristeza
con su manto y su cuerpo desnudo.
Tal vez la poesía no sirva para nada
porque te es sincera embaucándote bien.
¿Acaso importa que la poesía sirva para algo?
A mi me importa que me hizo sangrar
y escribir con la linfa oscura de mis días.
A lo mejor no sirva para nada
pero una madrugada me acosté
con una muchacha obrera
explotada por el capitalismo
y la ame con la rabia de un poema social.
Quizás la poesía no sirva para nada
pero en ella conocí los dominios
de la pasión vendida en calles oscuras.
Bebí vino barato con esos luchadores
que sacan punta a su sangre
bajo la lobreguez de unos senos
acorralados por las manos
del patrón y sus decoros.
Posiblemente la poesía no sirva para nada
pero una noche me miré dormir
abrazado por mentiras y traiciones
y afilé mi razón remendando
la herida de cuando me cercenaron el pecho
con un abrelatas en forma de llave,
esa herida que me abrió el tórax en forma de cruz
liberando los monstruos, los miedos, los prejuicios
que agusanaban mis pensamientos.
Seguramente la poesía no sirve para nada.
Si seguramente no sirve para nada
si me ha permitido garabatear
improperios como esto.
7 de diciembre
Quizá solo el viento pueda hacerse eco de mis palabras,
embrujar mis sentimientos para disfrazar la agonía
que encadena cada suspiro retenido en mi corazón.
Quizá solo el viento pueda secar con dulzura
las lágrimas derramadas
sin entender por qué no he podido encontrarte antes.
Quizá llorar solo sea una cobardía
de alguien que no quiere enfrentarse al mundo
sin conocer la felicidad,
sin degustar lo sagrado de tus pensamientos
y quizá tampoco pueda levantar los ojos al cielo,
si en él ya no encontraré aquella estrella
que iluminaba de dulzura la noche
donde había enterrado mis ilusiones
y esa estrella eres tu.
Aunque lo sé y no lo se
aunque a veces hablo de más
y a veces callo sin saber porque
ahora no es problema el asunto
esta en mis oídos la búsqueda
infinita de una respuesta
porque sé que la ternura refleja un día,
un augurio, una ventura,
pero las palabras se las lleva el viento,
pero cuando esas palabras
tienen el eco de tu voz
y el perfume de tu piel
quedo para siempre
habitando el eneagrama de tu instinto.
Sé tú en mi.
Luego descansaré
en el susurro,
en el rumor
de tus palabras en mi oído.
La última mujer que ame me seccionó el pecho
con un abridor oxidado de latitas de picadillo
dejando escapar la nostalgia, la tristeza, la melancolía.
Abandonando rastros de chocolate por el suelo,
cocinando un beso a punto de nieve para mi mejilla.
La última mujer que ame me cerceno el tórax
con un abrelatas en forma de llave,
me abrió el pecho en forma de cruz
liberando los monstruos, los miedos, los prejuicios
que agusanan mis pensamientos.
Esos monstruos que residen bien dentro
y escupen los reflejos de lo que no somos.
Esos miedos que me reembolsaron la ingenuidad
de sentirse adoptados
e incluso hasta, a veces, seducidos,
y arrojarlos al fondo de las fosas comunes
que cavaron tus recuerdos.
La última mujer que ame me extirpo el corazón.
Cuando lo acarició no sentí fuerza en sus manos,
y me las ofreció tan limpias que ni las mire.
Esperé la estocada al costado de la duda
donde se abren las carnes sin ropa
y la punta de mi pecho se hacía una con su labio.
Entonces me ahogué en su palabra,
y nunca más supe replicar a un silencio.
Otoño
Bordeo la sierra
bebiendo el otoño
que llega a mi pecho.
Las hojas caen
volviéndose paisaje.
Dos mirlos
juegan al amor
y la tarde es un suspiro
besando la luna.
A Roberto
Mi corazón parece un trozo inerte de madera
aunque late demasiado fuerte para que sea así.
Quiero llorar y la angustia
me cercena la garganta, el pecho,
la tristeza resbala por mi alma
para solazar un rompecabezas entre mis ojos.
Siento que con vos se fue
mucho de mi, de lo que soy,
de lo que fui, de lo que seré.
Siento que he traspapelado la luz de mi camino
como que deje de sentir las flores, los libros,
la música, las palabras emergiendo entre mis manos,
porque desperdicio la consciencia al no ver,
al no sentir brotar los diálogos a la orilla del fuego
y dejo que las púas de la tristeza invadan
mis manos sin protesta.
Desde niño extravío mis juguetes preferidos.
Discos, libros, amores, recuerdos, amigos,
algún cassette, algún CD, algunas ilusiones,
un puñado de versos en el cesto de papeles.
Muchas de mis cosas desaparecen espontáneamente
sin una explicación posible.
Desde chico escribo con palabras que pierdo
y me critican porque mis textos son rebuscados.
Desde pibe quemo poemas para exorcizar
los demonios que carcomen mi interior.
Desde que tengo memoria me gusta estar solo
mientras la gente por virtud de su ingenuidad
caen presa de la inexplicable necesidad
de contacto humano
y desde niño las relaciones sociales
me dan asco y repulsión.
Desde siempre construyo muros para aislarme,
desde siempre esas paredes terminan aplastándome.
Desde que tengo memoria soy reacio a hablar con la gente,
a hacer amistades, a llevar adelante conversaciones que no me interesan.
Son tan difíciles e irrazonables los extremos.
Levantas la sabana y el vacío te cubre, te arropa.
Desde pequeño la desconfianza juega de tarde en tarde
a la escondida con mis ideas.
Y desde que tengo uso de razón
el paraíso de los desperdicios
viene a abrigarme.
Led Zeppelin
En el dintel de la noche
me encierro en un espejismo
que alimenta las dudas y el recelo.
Suena zeppelín de fondo
mientras me hamaco
en el desprecio de tus recuerdos.
No me arrebujo
ni acuchillo la previa luz
es la luna menos cuarto
desnudo mi alma en la palabra
arranco mi máscara
y rompo el disfraz
entre ebrias nostalgias.
MENDICIDADES DE LA GENTE
La gente atesora miserias
que de pronto enarbolan como banderas
La gente colecciona imponderables
como certezas que corren en el viento
La gente refleja mendicidades
y sueñan con la reacción del otro
Mientras tanto uno piensa en el amor,
en cocinar, en las plantas del jardín
en los versos de Borges
y en Voltaire cultivando su jardín
en la ropa sucia amontonada en un rincón
y en todo lo que pasa próximo a nosotros
sin que miremos.
Hay días que esperamos desde niño
días que soñamos de adolescentes
días saltando en el almanaque
días resistiendo noches de insomnio
días forcejeando con la muerte de las ideologías
días a favor y en contra del viento
días que pasan al mismo tiempo
días donde no leemos las señales
días donde apilamos soledades
días donde mutilamos olvidos
días donde sacrificamos presencias.
Hay días que de viejos no queremos lleguen
días que le robamos a la vida,
días que le sustraemos a la muerte.
Hay días decapitados con el pico de una botella rota
y días sin sentido donde agonizamos
cada vez que columpias el estúpido desgarro
y se vocalizan palabras
días donde enredamos expectativas encorvadas
días de ilusiones arrugadas por la tortura
de pensamientos mal doblados.
Hay días donde arrodillados sobre lo ausente
rezamos sobre la huella de lo vivido.
Ondula una brisa con llovizna
las nubes corren
como animales asustados
por un depredador invisible.
Circulan sin prisa
envolviendo la luna nueva.
No hay nada más poético
que escuchar caer la lluvia
tirado en tu cama
y mirando por la ventana
escuchando Cocteau Twins.
No hay nada más poético
que el traqueteo de la lluvia
en las primeras hojas de la primavera.
No hay nada más poético
como imaginar ese sonido
pasional como un gemido
y enumerar los segundos
que tarda en coagular
una gota de amor.
Borges
Derramo lágrimas amarillas
que el viento roba.
Bebo sangre y cielos de barro
que ocultan noches malparidas.
Vomito tus versos
en la mediocridad de una esquina
y me pierdo entre sus laberintos.
Ahora una ausencia invade mi vida,
mientras los días se apagan
y estos pies
que ya no saben caminar solos,
vuelan buscando tu huella
en la puerta del amanecer.
A VECES
A veces estrujo mis errores
para borrarlos de mi ser
mientras salgo a caminar
por las polvorientas calles
de mis pensamientos.
A veces me gusta escribir en bares
con el ruido de cucharas y pocillos de café.
A veces estrujo silencios
y medito sobre como ganarle
la partida de naipes a la vida.
A veces reflexiono sobre que es la felicidad.
A veces me aburro.
A veces desdibujo sueños
y columpio olvidos.
A veces me arrullo en las crines del viento
y hago malabares con los pensamientos.
A veces momifico esperanzas
y masajeo recuerdos.
A veces alivio realidades
y prestidigito mi suerte
mientras escucho a Tom Verlaine
tomo una cerveza y estrujo
las estrías de mis días.
Reflejos de ausencia
Me quedaría horas
mirando el paisaje de tus ojos.
Soy un puñado de horas quietas
obsesionado con la hermosura
del bosque antiguo,
del mar de piedra
reflejados en tu alma.
A veces la belleza es tanta,
escondida en los rincones
menos esperados.
A veces el paisaje remolina sangre,
la tarde se cocina en dolor,
tu ausencia se viste de oscuridad
y el desamor
prepara café con galletas María
ofreciéndoselo a mi sombra vacía.
Cuando anochezca, la muerte,
dibujará en mí arabescos profundos.
La vida se irá derramando entre tantos sueños.
Me pesarán más que nunca los pies y los espejos.
Me aturdirá el latir de los relojes.
Para qué una lápida brillando al sol de la siesta,
si hasta los pájaros se asustan
y no cantan sobre ellas.
Odio las flores arrancadas,
con ese rocío ficticio y gastado.
Si vienen mariposas, que sean amarillas
y mucha lluvia, carcajada de ángeles
para lamer mi desconsuelo.
Ilusiones
Sangra el atardecer
detrás de las cortinas,
en el día en que las nubes
son banderas deshiladas.
Mis ilusiones quedaron en el suelo
abandonadas y sucias.
Pero escape, sin reproches,
dejándolas con la muerte de los días.
Si tuviese una resma de quinientas hojas A-4
las inclinaría con los labios una a una por los bordes.
Escarbaría su perfecto y vacío aroma
y les balbuciría un verso sobre la yugular del dorso.
Proveería de valor sus vértices
y les revelaría la efusión de mis sueños.
Si una resma de quinientas hojas solitarias
despeñaran entre mis manos,
las anegaría de trazos, con tinta índigo por sus caras,
arrullándoles el paisaje más increíble que jamás soñaron,
sólo para que todas se sintiesen una
y ya no emigrasen jamás de su montón ni yo de la palabra.
Si tuviese el valor de ir a buscarte o de abrir esa pila de hojas
y atarme los pies a la más férrea banqueta,
entonces nadaría en tu mirada
y sería tan transparente
que la saliva al pasar las hojas una a una
te indicaría mi caricia y dormiría, quizás,
cada noche sobre la cabecera de tu cama.
Pero no tengo la resma,
la guardé en el cajón estrecho de la cómoda,
bajo las remeras de bandas de rock
y las viejas ruanas de invierno.
Y me quedo quieto sin desembalar,
inactivo con ese olor a papel irrepetible.
La guardé porque no quiero ser diáfano,
ni soñar transparente sobre tu anaquel.
Te codicio así, con carne por los huesos
y hondonada en la palabra,
porque me asomo a tus precipicios
y cada día te descubro, me iluminas
y patinas en mis manos imperecederas
de rutina y no somos transparentes,
ni insuperables, ni dóciles, ni somos quimeras.
Somos quinientas hojas
que se reimprimen cada tres minutos,
quinientos sentires cada segundo,
y eso, no tiene más cabida
que en el par que nace en nosotros.
Debí quedarme con esa resma
y hacer lo que me gusta
suspirar sobre tu cuello
y perderme en tu espalda.
Cerrar los ojos y saber a ti
pasar mi dedo por tu pelo
hasta estirar completamente la mano para acariciarte.
Prender mi tobillo al tuyo y dejar pasar la noche.
Y esperar el amanecer tembloroso
para despertarme en tu mirada.
A Perséfone
Pasamos al lado sin rozarnos
como si fuéramos dos insólitos desconocidos.
Pasamos uno al lado del otro
dribleándonos para evitarnos.
Te vi mientras caminamos por veredas
abarrotadas de sueños acribillados
por el murmullo de los que buscan suertes.
Te vi de frente esquivando
ilusiones contaminadas
por la inmundicia.
Te vi tan hermosa como nunca,
tan suave como siempre
tan elegante como a veces
tan grácil como cuando te vestías para el.
Te vi y no atine a decirte nada.
Por segundos nuestras miradas se cruzaron
y tus ojos no me mostraron nuevos mundos
ni gritaron las palabras que quería oír.
Tal vez eso es lo mejor. Quien sabe.
Nos vimos frente a frente
y con mi mirada bese los labios fríos
de la que lleva la muerte.
Soy
Soy el que arranca lágrimas a la tarde,
el que se aleja para beber sus palabras,
el que escucha el sonido del viento
en una cruenta noche,
el que monta el silencio.
El desconsolado sin respuestas.
El rumor de una danza salvaje.
Soy quien vio en el brillo de la luna
la sangre derramar.
Soy el que descansa
en una playa de papel.
Soy el que estrangula
en su boca madrugadas
crucificando versos,
desvistiendo lluvias
para renacer en el hueco de tu abrazo.
Soledades en fuga
Siempre tengo una excusa para no escribir
me levanto con muchas ganas
y después me cuelgo
en cualquier cosa y no lo hago.
Me inventó mis propias excusas,
me miento a mi mismo,
que el tiempo, que el día, que los pensamientos.
Que el frio, que el calor, que la mañana, que la noche.
Soledades en fuga
escapando por la ventana de mis pensamientos.
Tristezas que arriban como los zorzales
que bajan de la sierra para buscar comida.
Cuando escribo lo hago porque me es más fácil que hablar,
no me gusta socializar, soy retraído, soy solitario,
y hay días que me quedo horas
mirando la página en blanco
mientras las personas por el idealismo
de su ingenuidad se aferran con todas sus fuerzas
a la inexplicable necesidad de contacto humano.
Soledades en fuga
cercenando el papel donde intento escribir.
Desangrando la palidez de mi libreta de anotaciones.
Guillotinando mis ilusiones que tenía en la niñez.
Soledades en fuga
viajando conmigo mientras camino con ellas
bebiendo gotas de roció
soledades en fuga
sudando gotas de lluvia y yo sangrando ausencias
que no puedo escribir.
A veces
cargamos tiempos ásperos
y la voluntad arrastra como sucio andrajo
por escabrosos senderos
henchidos de brumas
el peso de nuestros errores.
A veces
para santificar las sombras
tenemos un atado de lluvia
emigrando de las manos.
A veces
de sangre se construye la noche,
otras acarreamos hierbabuena
y delineamos círculos
para aquietar tristezas
adormecer la brisa
y arrullar la escarcha.
Mientras miro caer lluvia
le arranco las vendas a la realidad de mis heridas
resumo tareas, materias pendientes
que deje en mi vida.
Mientras miro caer la lluvia
añoro los días de mi niñez que nunca ocurrieron,
taso la melancolía que surca mi piel
y presupuesto el desatino timorato de mi ignorancia.
Mientras miro caer la lluvia
colecciono momentos, atiborro jornadas,
fotografió silencios, velo mutismos,
revuelvo recuerdos y derrapo emociones.
Mientras miro caer la lluvia
coagulo tristezas que hieren mi mente.
Reviento recuerdos y me escapo
por el ojo del crepúsculo,
por los mares de las nubes
para seguir siendo yo.
El agua que cae del cielo
ejecuta ruegos
amordaza oraciones
y en su argucia
de truenos y relámpagos
endúrese la espera.
El jardinero de mi casa
se queja de la falta de lluvias
de los céspedes que no crecen
y no le reportan trabajos.
La ansiada lluvia
transparenta las angustias
de los trabajadores del campo
y la frugalidad de la tierra.
La lluvia suspiro de los brotes,
sollozo de la primavera
resbala en los deseos
de los que ruegan
por su sacramento de salvación.
La lluvia columpia aflicciones,
refresca los ánimos
y perfuma
los caminos
polvorientos del valle.
Hay días en que amanezco
con ganas de despegar de mí mismo
con ganas de ser otro,
más bien de no ser yo,
con ganas de irme lejos.
Pero aspiro aire a buches,
arrullo mi piel encolerizada
y hago oídos sordos al agua
que le canta al río
rosarios de tardes.
Desde niño camino
y me acompaño de mi soledad.
No me quejo, no lo reprocho,
es lo que elegí
lo que siempre quise.
No tengo esa especie de consternación
por alcanzar, el ser,
el poder pertenecer a un grupo,
a una clase social, a un algo.
El formar parte.
Ser lo que los demás son.
Trabajar como humanos
para vivir como perros.
Me basta con poder mostrar acuarelas,
dibujos de unas letras,
bosquejos de soflamas y palabras,
imágenes rebuscadas que solo yo entiendo.
Ensordecerme escuchando
ciento setenta y tres veces
la misma canción en modo repetición.
Pero por más que intente
nunca dejo de ser yo,
con mis errores, con mis aciertos.
Y eso dibuja una sonrisa inexplicable en mi rostro.
Una felicidad turbia que sonroja las mejillas
de los que pasan a mi lado sin verme.
Todo eso me basta,
para desde mi inseguridad
delinear un paralelogramo
para intentar, sin lograrlo,
transcribir los arcanos de mi existencia.
Camino por las calles de mi ciudad
a favor del viento
que desliza arenilla sobre el asfalto
y acompañan la música
que escucho desde mi teléfono.
En contra de mis pensamientos
que patinan hartazgos
y crucifican mendicidades de estos tiempos.
Mientras el sol
por mi pesimismo se convirtió en residuo
que ensucia pensamientos, recuerdos, miradas.
Camino esperando que una pared me devuelva
un reflejo donde me vea más joven,
menos gordo, menos irascible,
más inteligente, más habilidoso.
Pero la tapia solo me devuelve una sombra
que en su casa guarda servilletas de bares de los 80,
muñecos de superhéroes, noches sin estrellas,
calaveras, insomnios, revistas viejas, libros, cassettes,
miradas, plantas que a veces riega, discos de vinilo que escucha
y se siente adolescente en un mundo distinto.
Camino y no tuerzo el albur, ni limpio la ceniza en la frente,
ni escupo el gusto a sal que empapa y ahoga.
Solo camino y evito el movimiento de un soñado vals
con un coctel de frases inconexas y caóticas.
Pero cómo describir lo que no se deja,
lo que se siente físicamente,
como describir un cansancio existencial
en ocasiones demasiado profundo
para que pueda reflotarse con palabras o imágenes;
el olor a multitudes, siempre en nombre de una religión,
sea del profeta que fuere,
sea en nombre del santo bien estar y del consumo.
Como describir sensaciones vertidas en el desastre,
en el desplazamiento hacia ninguna parte,
o en el mejor de los casos hacia la explotación
de aquellos que esperan con avidez su llegada
y la angustia que se acumula
por el dolor que produce el vivir.
Otoño
El arroyo le habla
de amor a la piedra.
El azul de la sierra que duerme
ahoga mis pasos
como un soplido de nostalgias.
Los ecos son enormes
y el llanto del viento, con sus gemidos,
me ocupan todo el cuerpo.
A paso lento adivino el sendero
que cruje ante mis pies descalzos.
Amanece.
El molle bebe el fuego de sus raíces
y los espinillos coronan el alba,
que decapita la noche.
Mi fantasma
I
Me gusta vistear al aire con palabras
afiladas en las hendiduras de la noche.
Me gusta apilar soledades de asfalto
que cimientan dudas acunadas en el vino.
Me gusta desvestir la lluvia en mi mirada
y vestir mis inseguridades con ropa de segunda mano.
Me dejo llevar por la ventisca fresca
anunciando la lluvia cercana
mientras leo a Ezra Pound.
Me emociono leyendo a Madariaga.
Me brotan lágrimas escuchando a Nick Cave.
Me conmuevo viendo actuar a Benedict Cumberbatch.
II
Me oculto de las tres a quienes les debo
tiempo, vida, emociones, verdades.
A Cloto a quién le dije mentiras
para que siga hilando en su rueca
las hebras de mi vida.
A Láquesis a quién seduje
y le hice trampa mientras tiraba mi suerte.
A Morta a quién engañe
y le hice el amor con palabras
para evitar cortara el hilo de mi vida
y torciera muchas veces mi destino.
Así camino este sendero dejándome llevar,
ocultándome, trampeándole a la vida
para renacer en el dulce beso de la muerte.
Hay días
Hay días que me arraiga la tristeza
y no encuentro sustento en nada,
ni siquiera en escuchar el trino
de las calandrias en mi ventana.
Hay días en que el cansancio me envuelve
y me siento derrotado.
Hay días en que borroneo versos
en trozos de papelitos
por la desazón que veo por la calle.
Hay días amortiguando el silencio que invade la casa
en que escribo para ahuyentar
los gruñidos atragantados en mi garganta.
Hay días donde la tristeza resbala por la espalda
largo un insulto al viento
y corro detrás de palabras que me gambetean
sin dejarme decir lo que necesito gritar.
Bayley
Mis tatuajes sumergen nostalgias
sobre el letargo en el que hundías
la fina extensión de tu mano.
Cuando la madrugada recuerda
el acorchado tacto de mis dormidas yemas
se me escapan
unas letras,
unas lágrimas,
heridas que ni siquiera espanto.
A veces
cargamos belfos ásperos
y la voluntad arrastrando como sucio andrajo
por escabrosos senderos
henchidos de brumas.
A veces
para cortar las sombras
tenemos un atado de lluvia
emigrando de las manos.
A veces
de gotas se construye la noche,
otras acarreamos hierbabuena
y delineamos órbitas
para aquietar tristezas
adormecer la brisa
y arrullar la escarcha.
No me lamento de los días,
noches, horas dilapidadas
madrugadas con resaca
y tardes sin ver el sol.
Días de rock,
inviernos de whisky barato.
Otoños, primaveras de manos transpiradas,
estaciones intermedias que me afectaban tan mal.
No me lamento del temblor de mis manos
deslustradas de ronquera y frio
con un sueño atrapado en las pestañas.
No me lamento de los tiempos
en los que he vuelto a sucumbir al alba.
De esos días con la esperanza manchada
con hedor a sueño profundo
que me castra los pensamientos.
Hoy he extrañado tanto
desangrarme en una mirada
hoy he extrañado tanto mutilar recuerdos
y sucumbir en la sangre que corre por mi boca.
Hoy eh extrañado tanto escupir los epiplones
para mitigar mis dramas existenciales.
Hoy he extrañado tanto refugiarme en una esquina
y alborotar mis pensamientos para cercenar
sensaciones y olvidos persistentes.
Extraño sabiendo que a veces un jardín
es un desierto de temblores, sudores y cansancio,
de horas coaguladas, de estrellas deshilachadas,
de soles cuajados que ya no ven los ojos.
Por eso a veces rompemos los relojes
y los condenamos a pasar largos siglos solos,
en la memoria de los viejos,
en las cadenas de los presos,
en las eternas arenas del desierto
y en los ojos de los que se han ido.
No es crepúsculo.
El rubor de mi sangre manchando un papel desnudo.
La tarde que le abre la puerta a la noche.
El paisaje entregándose a las sombras.
Y tú ausencia vestida de tinta.
Soy
Soy el que arranca lágrimas a la tarde,
el que se aleja para beber sus palabras,
el que escucha el sonido del viento
en una cruenta noche,
el que monta el silencio.
El desconsolado sin respuestas.
El rumor de una danza salvaje.
Soy quien vio en el brillo de la luna
la sangre derramar.
Soy el que descansa
en una playa de papel.
Soy el que estrangula
en su boca insomnios mal paridos
crucificando versos,
estallando madrugadas
para renacer en el hueco de tu abrazo.
Ausencia presente
Si un día tu ausencia se viste de luz
porque no estamos ni nos fuimos,
porque las palabras se crucifican
en mi garganta,
porque las estrellas ocultan tus señales.
Nos habremos olvidado,
del roce de nuestras pieles
en una noche sedienta,
de las voces del arroyo
hablándonos de amor,
del silencio de nuestras miradas,
del octubre, del enero.
Si un día tu presencia vestida
con el rojo de la tarde,
me lleva de la mano,
y seca mis lágrimas
tiñendo nuestros cuerpos.
Entonces escondería
el desaliento, la pérdida
de lo que no voy a encontrar
en tus ojos de fuego.
Jose Luis Colombini
de Remolinos de sal (2005)
He estado buscando tanto tiempo tus fotos
Que casi creo que eran reales
He estado viviendo tanto tiempo con mis fotos de ti
Que casi creo que esas fotos son
Todo lo que puedo sentir.
Robert Smith Pictures of you
Pictures of you
En tu mirada veo lágrimas
teñidas de azul oscuro, enmudecidas.
Índigas mariposas
escapan de tus labios
en la ávida tarde
que envuelve las horas.
Sé que en los ojos de la noche
todo es más claro,
con el insomnio partiendo
el techo de la mañana.
Con espíritus ocultándose
en las grietas de algunas almas
o en las gastadas páginas de un libro.
Tanto andar para encontrarnos
en el día aún no amanecido.
Tanto sentir cicatrices de orgasmos
y la miel de tus gemidos
acariciando mí nombre.
Tanto esperar para saborear los días,
mientras las águilas
sobrevuelan
el desconsuelo
gris de los mortales.
Jose Luis Colombini
Pictures of You · Error De Systema
Nono
Entre los rayos de sol
las palabras patinan en el viento
visteando la espuma.
Los ecos de las voces
juegan a las escondidas
en los castillos de arena
que mi hija construye
y mis silencios
se esconden tras la sombra
de sus dedos.
Voy amontonado imágenes
en mis retinas y pensado palabras,
construcciones gramaticales, oxímoros
que nunca diré.
He numerado miles de estrellas,
para encontrar
esa luminiscencia inusitada
y perfecta de tu mirada.
¿Cuantos lienzos
están dispuestos a bordar
los recuerdos desnudos
ante el bastidor de mis ojos,
mientras me aturdo
perdido en los senderos
mudos de tus pensamientos?
Me conformo con verte
de lejos algunos días
y desmenuzar las mañanas
en que no trabajo.
¿Quieres siga desgranando
nuestras imágenes en los tiempos
que se nos han dado vivir?
Camino y escucho la canción
la cascada de tu pelo enredado,
imagino que lo que dice la letra me pasa a mi
siempre fantaseo con esas cosas y armo en mi miente
el guion de lo que sería el video.
Dos maniquíes desde la basura se juran amor eterno
pero como me dijo José cualquier plástico
dura más que un amor eterno.
Siempre trato de buscar la belleza en todos lados.
Y aunque suena a cliché te busco entre lo que veo.
Si a ti.
A ti, que pasas tanto tiempo en la marquesina
de mis ojos de sueño
exhibiendo cicatrices desmontables de talento.
A ti, que anegas las riberas de mi piel
y me la arrancas con meticulosidad de taxidermista.
Mira a tu alrededor.
Unos ojos escrutan lo inalterable de tus labios
cuando besas la vida en todas sus esquinas,
son ojos de trapecista que se sujetan
al presagio de otros muslos
para no caer entre el escalofrío de tus piernas.
A ti, que pones ese dulce que tanto me gusta
en el cepo de tus adverbios
y cargas de tentaciones
la noche salvaje de mis dedos,
te cuento con las palabras justas
que detrás de tu sostén late una luz;
un anuncio luminoso
que se enciende y se apaga,
se enciende y se apaga,
se enciende y se apaga,
y como lo tengo enfrente de mi cama
no me deja dormir.
¿Me has soñado?
Yo sí te he soñado
sintiéndome mecido
en las finas costuras de tus realidades.
Pienso en Bolaño cuando dice:
"Se puede conquistar a una muchacha con un poema,
pero no se la puede retener con un poema.
Vaya, ni siquiera con un movimiento poético."
Dejo a Bolaño sabiendo que tiene razón.
A veces la inmensa luna
me traga en sus profundidades,
las otras el cielo se oscurece y no la notas.
La brisa nos jugó la mala pasada
de pegarnos cuerpo y alma
en el más inoportuno instante.
Mientras te imaginaba a mi lado
acechaba la luna entre cortinas
tras las ramas de un tilo.
En el momento que yo me liberaba
apareció tu soledad a camelarme,
aleteó una mariposa en mi costado
y juego desde entonces
a buscar entre alquimias y plumas
e intentos de escritura quién me explique
por qué aún cuando me asomas en una canción
soy yo el que prendé un cigarrillo y te espera.
Agosto 2021
Desde mi ventana
Una hoja de diario arrastrada
por el viento frío
que apalea las ramas de los árboles.
Una calandria juega
a las escondidas en el cerco,
salta de rama en rama
picoteando los frutos rojos.
Por la calle de tierra
la hoja de diario
revuelca noticias pasadas,
arruga ilusiones,
manipula sueños
y envuelve el futuro
Los ojos de la noche
La verdad está en los ojos de la noche
anidando en sabanas arrugadas
entre camas destendidas
entre celosías que escrutan la calle.
La tristeza está en los ojos de la noche
escondiéndose en los pasos del caminante nocturno
oscureciendo veredas insomnes,
revolcando hojas y distrayendo besos encendidos.
La mentira está en los ojos de la noche
estafando enamorados al filo de la madrugada
ocultándose en billeteras de cuero ecológico
manoseando promesas y juramentos eternos.
La verdad. La tristeza. La mentira
arrastran palabras como pies cansados
por las calles de la existencia.
Cuarentena
La cuarentena me ha descorazonado.
Con un abridor oxidado
de latitas de picadillo me cercenó el pecho
dejando escapar la nostalgia, la tristeza, la melancolía.
Con un abridor en forma de llave,
me abrió el pecho en forma de cruz
liberando los monstruos, los miedos, los prejuicios
que agusanan mis pensamientos.
Esos monstruos que residen bien dentro
y escupen los reflejos de lo que no somos.
Esos miedos que me reembolsaron la ingenuidad
de sentirse adoptados
e incluso hasta, a veces, seducidos.
Esos prejuicios que conviven
con la piel segregando más miedos
que sólo hacen que baboseemos la desventura
que germina en la boca
culpa de un virus que dejó tambaleando
las creencias económicas y religiosas.
Hoy tengo la persuasión que respirar
se tararea sólo al borde de su nombre.
Y que vivimos acuchillando las ganas
de tener tiempo para uno mismo.
Intento desnudar su alma
para que vague sin ajuares,
sin antifaces, sin disfraces
y desvisto sus piernas,
desarropo sus sonrisas
para considerar la provocación
de apretarlos con mis manos,
y arrojarlos al fondo
de las fosas comunes que cavaron.
Cenizas
Hay ojos que desmienten madrugadas
en las cenizas de una palabra.
Hay manos desempolvando recuerdos
en cenizas de olvidos.
Hay bocas brillosas como un llanto febril
amordazando cenizas teñidas de suspiros.
Hay pasos lastimando el mundo
en las cenizas del amanecer.
Hay cenizas destilando tristeza
en las humildes caridades
de los días.
A veces
A veces intento diagramar un futuro
pero me doy cuenta que el paso del tiempo
es irrefutable e imperecedero.
Pienso, reflexiono y me reprocho
en las cosas que he dejado sin hacer
por desidia, vagancia, dejadez.
He dejado tantos proyectos de lado
he dejado escabullir el tiempo
sin intentar retenerlo entre mis manos
he dejado me devore mi incapacidad para disfrutar,
he dejado atragantarme por la pérdida de interés
por la falta de satisfacción en todos lo que hago.
He dejado noches en bollos de papel arrugado
y silencios trizados en copas de vino
he dejado miradas y palabras que no me anime a decir
retumbando en mi cabeza.
He dejado sonidos partiendo la mañana
llamadas perdidas en los laberintos
de mis pensamientos
gritos que no di, trenes que dejé huir
y violencia ahorcando mi alma.
Susurrando silencios
Me gustan las tardes en el campo
y amanecer en la montaña.
Me gustan las nubes
dibujando mil y una sugerencias en el cielo
como una Princesa Persa
sosteniendo cuentos en el río de sus ojos.
Me gusta cuando estalla octubre
y perder mi mirada
en los laberínticos pétalos de una rosa.
Desgranar la tarde
con palabras robadas al crepúsculo.
Ver un relámpago cortando la noche
y el verde del campo renaciendo en días solitarios.
Me gusta perderme entre calles y casas de adoquines,
pasear por una alfombra de hojas muertas
bajo una luna que besa mi sombra.
Me gustan los silencios que tejen palabras vacías
en mis manos llenas de rocío.